No obstante la creciente liberalización de las costumbres, el sexo continúa siendo tierra incógnita en buena medida, y nuestro conocimiento de lo que se ha dado en llamar lo erótico, muy limitado. De donde la curiosidad que despiertan las obras literarias, artísticas o ensayísticas que se aventuran a encarar esa realidad tan huidiza, ese ámbito donde se encuentra la línea fronteriza entre la carne y el espíritu. El escote (Amorrada al piló) es, según parece, uno de los libros de la categoría vírgenes xxx que se han beneficiado últimamente de la curiosidad antedicha: publicada originalmente en catalán, esta novela, sobre la que se ha realizado ya una película, se situó con rapidez a la cabeza de los libros más vendidos en Cataluña, vio multiplicarse sus ediciones en un lapso de pocos meses y su autora fue comparada con Anais Nin y con María Zayas.
La verdad es que resulta difícil responder a una tal pregunta tras leer el libro en cuestión. Pues El escote, por una parte, no tiene especiales virtudes narrativas, y por otra, no aborda el tema de lo erótico con lucidez superior a la media, ni amplía el campo explorado de la literatura de este tipo. ¿Se deberá la excelente acogida del público al hecho de que aún resulta insólito para los más que una mujer se muestre como sujeto de deseos? ¿Reconocerá el público como propio el enfoque adoptado por María Jaén para hablar de lo erótico? ¿O será, simplemente, que el libro proporciona un tipo de excitación que muchos pueden asumir sin mala conciencia?.
La protagonista de El escote, como tantas otras mujeres —y como tantos otros hombres, por supuesto— de nuestra época, tiene miedo a los representantes del sexo opuesto, establece instintiva y fatalmente una relación indestructible entre escatología y sexo —lo sexual es malo y sucio para ella, a pesar de sus declaraciones en contrario, como lo prueba la iluminadora escena en que rechaza al muchacho por quien se siente atraída durante su último programa de radio—, tiene una sexualidad fundamentalmente masturbatoria, no consigue enlazar con el erotismo sino a través de fantasías y permanece al margen del descubrimiento del cuerpo como fuente máxima de placer. Es decir, la protagonista de El escote se mantiene de continuo en un nivel documental, sin dar el salto que la convertiría en heroína de una historia verdaderamente artística.
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